Múltiples rostros seccionan este volumen de relatos, no solo a través de la presencia de sus personajes sino, también, a través de la estela que sus vidas van dejando en el camino, como pequeñas motas de polvo. En ocasiones, desde el desgarro que produce el dolor y la culpa y, a veces, desde la inocencia de la mera contemplación, las mujeres de este libro nos arrojan a una realidad en la que todos podemos sentirnos identificados: el viaje interior, el regreso a lo primitivo —donde una piedra también puede ser la metáfora de nuestra esencia humana—, el arte, el amor a los libros, el vínculo con la naturaleza, la escucha interna o la creación artística como forma de salvación.
Colmenas para abejas de papel es, por tanto, no solo un homenaje al universo femenino sino, también, un elogio a la tierra y al mundo vegetal del que formamos parte, una llamada al retorno a la naturaleza y, sobre todo, una canción para renacer.
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